martes, 29 de noviembre de 2011

Hay muchas formas de decir te quiero, además de con palabras.

Igual tirarse de un avión en marcha, bajar las escaleras con los ojos cerrados, tirarse al mar atado a una piedra o comprobar la gravedad saltando desde un quinto piso, es una locura... Aunque, ¿Locura? ¿Locura? Lo que sí que es una locura es quererte a mas no poder, defender una causa perdida, echar de menos algo que ni siquiera ha sucedido. Sonreir sin motivo, mantener unido el corazón a base de tiritas. Llorar de la risa, vivir, andar a ciegas, equivocarse. Sí, equivocarse. Cometer muchos errores, uno tras otro. Porque ahora es el momento de equivocarnos.

¿Locura? hmmm.. Locura es vivir contigo, contra ti, a contra corriente, a destiempo. Locura es adorarte las 25 horas del día, todas las mañanas. Y la más loca de todas las locas, soy yo. ¿La culpa? Tuya, solo tuya.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Eres de lo que no hay.

Disculpa, ¿cuántos errores necesitas para darte cuenta que la solución a tus problemas soy yo? Y es así, aunque estemos siempre como el perro y el gato, aunque esté destrozada a más no poder, aunque no podamos estar separados mas de cinco miseros segundos, sabes que hay algo que nos une. No sé si serán nuestros puntos en común, o los que tenemos en contra. No sé si sera el gran numero que sale si sumas todos los minutos que hemos pasado juntos, la gran cantidad de sonrisas que nos dedicamos o las innumerables lágrimas que he soltado. Puede que no tenga explicación, ni sea una suma, ni un capricho del jodido destino.
Tampoco creo que te quiera sin motivo, por arte divino o por que las estrellas lo confirmen.
Muchas veces me preguntan que qué es lo que quiero, que por qué tú, que si no eres bueno, que estoy perdiendo el tiempo, que por qué no te digo nada, en resumen, que por qué no lo intento
Sinceramente creo que nunca arriesgo porque odio por encima de todas las cosas perder. Y si te pierdo a ti, pierdo el norte.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Maldita dulzura la tuya.

Hoy, al igual que estos últimos días tampoco tengo ganas de escribir. Estoy completamente desganada. No me apetece hacer nada, absolutamente nada.


Es increíble con que facilidad dejamos que una persona entre y condicione tu vida completamente. Condicione tus actos, tu ánimo, tus ganas de hacer algo, hasta el color de tus uñas.
Actúas sin pensar en ti, en lo que te apetece, lo que realmente quieres, actúas por y para esa persona, pensando siempre en las consecuencias. Cuando lo ves, sientes como casi sin quererlo se te pone esa sonrisa de imbécil que deja ver lo mucho que te encanta; y cuando se va, desaparece cruzando la esquina y se termina el poco tiempo que tenías con él, sientes como se te inundan los ojos, y se establece una guerra entre tu orgullo y tus sentimientos. Pero no puedes evitarlo, por mucho que cierres los puños o intentes desviar tus pensamientos, siempre acaba resbalando por tus mejillas hasta perderse en el suelo una estúpida lágrima que indica el comienzo. Intentas reprimirlo, y se te encharcan los ojos; se te nubla la vista. Te destruyes al ver con qué frecuencia te ocurre esto, y ves que cada día, cada momento que pasas con él, cada segundo que te mira, le quieres más, y más. Piensas en las consecuencias que va a tener esto, sientes que no puedes frenarlo; pensabas que tenía un tope, un límite que ya habías alcanzado. Y te sorprendes al ver que una vez más lo ha superado con creces. Sabes que no es bueno, pero no puedes evitarlo.
Lo mio ya no es querer, hace mucho tiempo que superó esa mísera palabra. Es una extraña mezcla entre algo a lo que no se le puede atribuir nombre, ya que todo se le queda corto; y dolor, mucho mucho dolor.