«Porque poesía es ver la luna reflejada en tus pupilas o ver a los pies de mi cama tu ropa interior
y no eso de "Me gustas cuando callas porque estás como aunte"*
*Sr. Neruda, le ruego me perdone, pero si usted le hubiera conocido, lo entendería... »
domingo, 29 de diciembre de 2013
viernes, 27 de diciembre de 2013
SUGAR
Supongo que tumbarme en la cama y escuchar catorce vidas son dos gatos es una de las pocas cosas que me dejan un sabor dulce. Es algo que disfruto yo sola, conmigo y sin ti. Sin nadie. Pero seis minutos con veintinueve segundos después dejo de depender de mí, y empiezo a depender de ti, y de todos, y de todo.Yo creo que nadie me conoce como a mí me gustaría que me conociesen, o a lo mejor sí, pero no de la manera que me gustaría. Trato de saber lo que le gusta a la gente que quiero, me fijo en cosas que a lo mejor los demás no se fijarían, y tengo detalles que a nadie más se le ocurre. O puede que sí, pero nunca los llevan a cabo.
Supongo que me gusta demasiado que me sorprendan, y lo hacen demasiado poco. Es algo comparable con la ilusión de un niño esperando que lleguen los Reyes Magos. Desde el día que echan la carta al buzón el tiempo transcurre como una cuenta atrás interminable que lo único que hace es aumentar las ganas, la ilusión y el ansia hasta niveles insospechados y de vértigo. Es tanta la altura que alcanzan, que si eso que tanto anhelas no está bajo el árbol el día 6 de enero, es tal la decepción y la desilusión que te invade que no eres capaz de controlarte y arremetes contra todo lo que se te pone por delante. Algo parecido me sucede a mí, pero mis Reyes Magos nunca llegan. Siempre me siento esperando con los brazos abiertos a que alguien venga a sorprenderme. Me canso tanto que bajo los brazos. Y así estoy siempre, sentada con los brazos bajados, esperando cosas que nunca llegan.
A veces pienso que este no es mi lugar, que me he rodeado de un ambiente en el que no estoy a gusto. Que no encajo, y donde no puedo ser como soy. Soy como las circunstancias quieren que sea. Muchas veces pienso en cómo será mi vida en un par de años, otras veces no lo pienso, solo lo deseo.
Supongo que me gusta demasiado que me sorprendan, y lo hacen demasiado poco. Es algo comparable con la ilusión de un niño esperando que lleguen los Reyes Magos. Desde el día que echan la carta al buzón el tiempo transcurre como una cuenta atrás interminable que lo único que hace es aumentar las ganas, la ilusión y el ansia hasta niveles insospechados y de vértigo. Es tanta la altura que alcanzan, que si eso que tanto anhelas no está bajo el árbol el día 6 de enero, es tal la decepción y la desilusión que te invade que no eres capaz de controlarte y arremetes contra todo lo que se te pone por delante. Algo parecido me sucede a mí, pero mis Reyes Magos nunca llegan. Siempre me siento esperando con los brazos abiertos a que alguien venga a sorprenderme. Me canso tanto que bajo los brazos. Y así estoy siempre, sentada con los brazos bajados, esperando cosas que nunca llegan.
A veces pienso que este no es mi lugar, que me he rodeado de un ambiente en el que no estoy a gusto. Que no encajo, y donde no puedo ser como soy. Soy como las circunstancias quieren que sea. Muchas veces pienso en cómo será mi vida en un par de años, otras veces no lo pienso, solo lo deseo.
Es por esto por lo que hoy he decidido
echarme unas cucharadas más de azúcar en el café.
Por que parece ser que si no endulzo yo mi vida,
no lo hará nadie.
Y hoy he decidido empezar a hacerlo.
miércoles, 11 de diciembre de 2013
domingo, 8 de diciembre de 2013
La diferencia entre ''querer'' y decir ''te quiero''
«Qué será de nosotros cuando nos hayamos olvidado. Cuando ya no quede ni un ápice de recuerdo. Cuando la delgada linea que separa la dependencia de la indiferencia, sea tan gruesa que ya no tengamos fuerzas para poder cruzarla. Cuando el aire ya no nos obligue a darnos cuenta de que nos perdimos en algún momento de ese destino que hemos dado por muerto.
Qué será de nosotros cuando la distancia entre nuestra existencia sea más extensa que la distancia entre ambos polos. Cuando ya no queden razones para hacernos los sordos cuando oímos hablar del otro. Cuando las madrugadas ya estén acostumbradas a la ausencia de nuestro intercambio de palabras. Cuando las ganas que agotamos ya se hayan cansado y decidido no esperarnos más.
Qué será de nosotros cuando las pisadas que hemos dejado desaparezcan sin dejar rastro, abandonando el camino que recorrimos hasta darnos por vencidos. Cuando las caricias de otras manos consigan calentarnos como nosotros con las nuestras una vez hicimos. Cuando el miedo a amar de nuevo huya de tanto frío y la necesidad de llenar vacíos alce el vuelo. Cuando ya no nos giremos al creer habernos visto paseando por cualquier calle al azar, aun siendo conscientes de la imposibilidad de ese encuentro.
Qué será de nosotros cuando las canciones dejen de hacernos recordarnos. Al igual que los paisajes. Al igual que los viajes. Al igual que los planes. Al igual que las calles. Al igual que las ciudades. Al igual que cualquier vulgar historia de amor con triste final. Qué será entonces de nosotros.
Qué será de nosotros cuando ya no me queden palabras para describirte, para escribirte, para decirte, para renombrarte, para perdonarte, para regresarte. Cuando ya no sepa qué tecla del teclado debo pulsar. Cuando no sienta la exigencia de evocarte mediante tinta con impaciencia. Cuando faltes en mi conciencia, cuando ya no emerjas en mi inconsciencia.
Qué será de nosotros cuando ya no quede ni una sola manera de hacer mella en la vida del otro.
Qué será de nosotros.
Y qué será de mí.»
Qué será de nosotros cuando la distancia entre nuestra existencia sea más extensa que la distancia entre ambos polos. Cuando ya no queden razones para hacernos los sordos cuando oímos hablar del otro. Cuando las madrugadas ya estén acostumbradas a la ausencia de nuestro intercambio de palabras. Cuando las ganas que agotamos ya se hayan cansado y decidido no esperarnos más.
Qué será de nosotros cuando las pisadas que hemos dejado desaparezcan sin dejar rastro, abandonando el camino que recorrimos hasta darnos por vencidos. Cuando las caricias de otras manos consigan calentarnos como nosotros con las nuestras una vez hicimos. Cuando el miedo a amar de nuevo huya de tanto frío y la necesidad de llenar vacíos alce el vuelo. Cuando ya no nos giremos al creer habernos visto paseando por cualquier calle al azar, aun siendo conscientes de la imposibilidad de ese encuentro.
Qué será de nosotros cuando las canciones dejen de hacernos recordarnos. Al igual que los paisajes. Al igual que los viajes. Al igual que los planes. Al igual que las calles. Al igual que las ciudades. Al igual que cualquier vulgar historia de amor con triste final. Qué será entonces de nosotros.
Qué será de nosotros cuando ya no me queden palabras para describirte, para escribirte, para decirte, para renombrarte, para perdonarte, para regresarte. Cuando ya no sepa qué tecla del teclado debo pulsar. Cuando no sienta la exigencia de evocarte mediante tinta con impaciencia. Cuando faltes en mi conciencia, cuando ya no emerjas en mi inconsciencia.
Qué será de nosotros cuando ya no quede ni una sola manera de hacer mella en la vida del otro.
Qué será de nosotros.
Y qué será de mí.»
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