La vida no es justa y lamentablemente nos damos cuenta cuando es tarde, cuando las cosas tocaron fondo y muchas veces no tienen vuelta atrás. Vivimos más de la mitad de nuestra existencia quejándonos y malgastando preocupaciones en temas bastante estúpidos, sin sentir de verdad. Sin darle real importancia a las cosas simples que están al alcance de nuestras manos y con las que bastarían para sacarnos una sonrisa a diario. Hay que saber ganarse la vida, no importa cuánto tardes en salir de este juego sino que hay que saber jugarlo y disfrutarlo a cada momento como si fuese último. No sabemos si llegaremos al final esquivando varios obstáculos o si triunfaremos fácilmente. Por eso debemos confiar en que tenemos demasiadas herramientas a nuestro lado más que útiles para demostrar que no importa la duración del juego sino la intensidad con la que se jugó. Se pueden vivir cien años en vano sin siquiera haber sentido. Entonces uno se pregunta cuál es la verdadera meta de llegada: ¿A la que llegó aquel que vivió demasiado sin ser feliz? ¿O aquella lograda por quien en corto tiempo disfrutó con todo su ser?
Creo que la respuesta es más que obvia.
La vida no es justa, pero una vez dentro del juego solo nos queda jugar. Está en cada uno de nosotros elegir de qué manera.
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