Menos mal que ya estaba la contraseña guardada, porque de no ser así no sé si hubiera podido entrar. Sé que me hubiera quedado en la puerta, como me ha pasado ya otras muchas veces. Y no es que sea yo muy de puerta cerrada, no sé echar la llave. Quizá por eso sea incapaz de superar historias que ya deberían estar cerradas.
No me voy a adjudicar ningún mérito, esto no lo he visto yo. Me lo han hecho ver.
No podía más y alguien que está siempre ahí para mí vino a recoger todos mis pedazos. Los pegó uno a uno, me echó un poquito la bronca y cuando ya estaba entera me arrancó las excusas.
Me abrió los ojos de par en par, al contrario que algunas de mis puertas, que se cerraron de un portazo.
<<Chica, no puedes estar hablando en serio. No me puedo creer que me llames para contarme los mismos problemas que hace x años. Evoluciona, Patricia. >>
Estas fueron sus palabras, más o menos. Probablemente fueran algo más bonitas. Bueno, puede que no. Ella no es mucho de andarse por las ramas. En carácter somos iguales, tan transparentes que se puede ver perfectamente cuando estamos ardiendo por dentro. Y también cuando estamos quemadas.
Así estoy yo, arrasada. No queda ni una pequeña hierba fresca y verde.
Cómo voy a repoblarme, cómo voy a superar yo nada, si donde hubo fuego, siempre quedarán cenizas... Y de ellas estoy formada.
¿Una media de un 60% agua? No es suficiente para regar todo mi desierto.
Sigo perdida en el mismo bucle. Sé que es algo cíclico, reconozco perfectamente el punto en el que me encuentro ahora.
No.
Ese es el punto exacto.
Esquivar, evitar, ignorar, huir. Acciones que, de nuevo, forman parte de mi actitud diaria. También es cierto que esta vez no ha sido una decisión propia, tomada por mi bien. La situación me obliga a ello, no he sido yo la que lo ha hecho mal. Por lo menos no tan mal.
Jamás pensé que esta situación iba a desembocar en algo así.
Ni de coña.
O sí. No lo sé. Lo sé. No lo quiero saber. Ay.
Creo que me he perdido (un poco más). Ya no sé que es lo que de verdad pienso y qué me intento creer. Puede que lo que diga que sabía y lo que no sea un poco contradictorio. Yo qué sé.
Lo que sí sé es que he vuelto a tropezar en la misma piedra. Todavía estaba la marca que dejé hace tres años. No salgo del circulo vicioso en el que estoy metida.
Esta vez sentí que igual sí. Me había alquilado un pisito muy mono, que cada vez subía más y más de altura. Yo vi cómo aquello no dejaba de subir y mi freno de emergencia se accionó.
<<Para el carro, guapa. Esto es muy bonito, pero te vas a estrellar, lo sabes. Tú decides desde qué altura quieres saltar (porque tendrás que hacerlo). Cuanto más arriba estés, más fuerte te vas a dar contra el suelo>>. Efectivamente. A veces tengo picos de lucidez que, Dios. Dios. Le debo una muy gorda a la Patricia del pasado.
El golpe ha dolido, no nos vamos a engañar. Duele encajarlo.
También sé que podría haber sido tremendamente peor.
Nota: esto ella ya me lo había advertido. <<Baja, porque te vas a caer>>, me dijo.
Qué razón.
Siempre tiene razón y siempre hago oídos sordos.
Está claro que no aprendo.